10.10.14

TRAVELS: TAILANDIA


¡Buenos días a todos y a todas!

¡Por fin viernes! ¡No me lo puedo creer!

Estoy agotada... ya os enseñaré todos los trabajitos que me han traído de cabeza esta semana!

Para escribir el post de hoy he tenido que hacer un ejercicio de reconciliación con Tailandia, nuestro destino de luna de miel.

Cuando escogimos ir a este país estábamos súper ilusionados. Para nosotros lo tenía todo: conocer una gran capital asiática, adentrarnos en la selva y finalizar el viaje en una playa paradisiaca de esas que solo se ven en las películas.

De hecho, tres meses antes de partir hubo el ya famoso golpe de Estado en Tailandia y nos sentimos muy mal al ver peligrar nuestro viaje soñado.
Una vez allí, y a pesar de habernos ido con toda la ilusión del mundo, no fue todo como esperábamos (o al menos así fue para mi).

Pero ya os iré narrando poco a poco... Hoy os muestro las fotos de la primera parte del viaje.
Nuestra primera parada fue en Bangkok. Una gran ciudad, con mucho tráfico, mucho movimiento, comercios abiertos casi las 24 horas, muchos puestos callejeros... 





Allí conocimos el primer templo y las primeras reseñas de la religión budista.

Resulta curioso que los templos no solo se utilicen para rezar, sino que muchos ciudadanos decidan pasar allí sus horas descansando, meditando o trabajando en el mantenimiento del templo.



Una de las cosas que más llamaron mi atención fue el tema de los panteones familiares. Nuestro guía nos explicó que las familias adquirían estos budas para ofrecerle las cenizas de sus muertos.

Lo que diferencia el poder adquisitivo de unas familias con otras es que las más pudientes bañan la estatua con oro de verdad y la decoran con infinidad de piedras preciosas.
Una vez adquirida la estatua, aunque nunca sea propiedad suya, las familias deben encargarse del mantenimiento de la misma.


Una de las grandes diferencias que encontré entre las construcciones religiosas católicas y las budistas es que, estas segundas, son de estilo muy abierto, con grandes zonas ajardinadas en su interior, muy ornamentados y la mayoría de zonas al descubierto, sin techo.
La flor de loto junto con un número impar de barras de incienso y una vela, forman la ofrenda a Buda.

A continuación abandonamos la gran capital para dirigirnos a Chiang Rai, una de las dos grandes ciudades del norte de Tailandia.
Nuestra primera parada fue en el poblado de las mujeres jirafa. Para mi, una de las peores experiencias del viaje.

Se trata de un antiguo poblado proveniente de Birmania, entre cuyas costumbres se encuentra la de ir poniendo anillos ornamentales en el cuello de las mujeres desde que son niñas. Estos collares, pueden llegar a pesar ¡hasta siete kilos!

Hoy en día esto ha degenerado en un pueblo, que exhibe a sus menores como reclamos turísticos, con los trajes tradicionales, castigándoles a estar horas expuestas al calor y a las cámaras de los turistas, simulando hacer productos artesanales que sus madres venden dentro del poblado.

Yo lo siento mucho pero me negué a hacerme una foto con estas niñas...


En la foto de abajo podéis ver al hombre de los helados. Un señor que se acerca con su moto hasta el poblado para vender estos dulces a los niños que allí viven y que compran con el dinero que le dan los turistas.

Aquí abajo podéis ver una foto de la forma tradicional de recoger el arroz.
Dentro de un mismo pueblo, todos los vecinos se ayudan mutuamente para plantar y recoger posteriormente el arroz.

Tienen por norma que el dueño del campo donde toca trabajar ese día invita a comer a todos los vecinos que le han ayudado.
Al día siguiente partimos hacía Chiang Mai, haciendo uso de uno de los transportes más tradicionales del norte de Tailandia.

Esta parte del viaje nos permitió conocer como vive realmente la gente en el norte, donde la mayor parte de la población es rural y su método de subsistencia es la ganadería, la agricultura y un comercio muy tradicional, basado principalmente en la artesanía.
En el norte de Tailandia podemos encontrar una de las construcciones más bonitas que he visto en mi vida, el Templo Blanco.

Su belleza me dejó con la boca abierta...


Y sin duda, la mejor experiencia del viaje fue dar un paseo en elefante. Además, tuvimos la suerte de que el cuidador del elefante en el que nos montamos, nos explico muchos detalles de la vida de estos animales en el campamento en el que viven.
Por ejemplo, en Tailandia nos existen los elefantes salvajes, ya que se trata del animal sagrado de Buda.

Si hay algo que recuerdo mucho cuando pienso en Tailandia, son sus preciosas orquídeas de colores vivos que utilizaban muy a menudo para adornar, ya fuese una estancia o los platos de comida.


¡Espero que os haya gustado!

Un abrazo,

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